domingo, 5 de agosto de 2012

Van Gogh y Gauguin: amistad explosiva

                       Vincent van Gogh, autorretrato 1888.

En nueve semanas de turbulenta convivencia, los dos genios de la pintura lograron varios de sus mejores cuadros


     Paul Gauguin, autorretrato 1888.

Mi querido Gauguin  ―le dijo Vincente van Gogh, ya sobrio y arrepentido, a su amigo―, Recuerdo vagamente haberlo ofendido anoche.

Paul Gauguin le perdonó de buena gana la ofensa ―haberle arrojado a la cara un vaso de ajenjo ―, pero a la noche siguiente Van Gogh, perturbado ante la inminente partida de su colega de Arlés, pueblo de la región francesa de Provenza, se puso a correr tras él por la calle profiriendo todo tipo de improperios.

Cuando Gauguin dio media vuelta para enfrentarlo, Van Gogh volvió a la casa que compartían en el pueblo, se cortó un trozo de la oreja izquierda con una navaja de afeitar y, tras envolverlo cuidadosamente, se lo regaló a una joven de un prostíbulo de Arlés. Van Gogh fue internado en el hospital, y al otro día Gauguin se fue a París.

El despliegue de creatividad que se produjo cuando estos dos pintores obstinadamente vanguardistas se encontraron, a fines de 1888, es una de las páginas más dramáticas de la historia del arte, y ha inspirado a escritores y cineastas hasta el punto de que casi todo el mundo conoce el episodio de la oreja.

Sin embargo, la relación entre ellos y su influencia mutua no había sido tema de una exposición importante hasta que, del 9 de febrero al 2 de junio de 2002, se presentó en el Museo Van Gogh de Amsterdam la muestra "Van Gogh y Gauguin: El Estudio del Sur", que llevó seis años de preparación y reunió unas 110 obras maestras venidas de colecciones de todo el mundo.

En ella figuraron varios cuadros en que los pintores trabajaron al mismo tiempo, cada cual con su peculiar estilo en desarrollo.

Cuando, en noviembre de 1887, Van Gogh y Gauguin se conocieron en París, el pintor holandés, de 34 años ya tenía una larga historia de fracasos. Tras haber trabajado para una galería de arte en Londres y París, fue maestro y predicador laico, estudió teología y se hizo misionero, y hacía apenas siete años que había descubierto su vocación artística.

Gauguin de 39 años, tenía varios más de experiencia como pintor y había corrido más aventuras. Como marinero había dado la vuelta al mundo; luego, siendo corredor de bolsa, dejó a su mujer y a sus hijos para entregarse a la pintura, y era un trotamundos que había vivido en la isla caribeña de Martinica.

Pese a sus diferencias, cada uno tenía en alta estima la obra del otro. Van Gogh elogiaba "la elevada poesía" de los cuadros de Gauguin, y éste admiraba la apasionada manera en que Van Gogh abordaba el arte. En un gesto de respeto mutuo, intercambiaron algunos cuadros.

Luego Gauguin se fue a una comunidad de pintores en Bretaña, mientras que Van Gogh partió a Provenza para ver la naturaleza bajo una luz más intensa. Como le escribió a su hermano, Theo, comerciante de arte en París: "Se diría que en la bruma del norte los colores del prisma están velados".

En Arlés, Van Gogh se dedicó a pintar paisajes, árboles en flor, pajares y cuanto veía. "A veces tengo una terrible lucidez", le escribió a Theo, "cuando la naturaleza es tan gloriosa que casi no estoy consciente de mí mismo, y la imagen me llega como en un sueño".

Aún así añoraba algo que su carácter difícil y obstinado le había impedido durante largo tiempo: la compañía de un pintor que compartiera sus opiniones estéticas y trabajara junto con él. Con un dinero que le prestó su hermano, alquiló una casa pequeña del color de la mantequilla.

La "casa amarilla", como le llamó, era ideal para establecer el "Estudio del Sur" con el que soñaba y al frente del cual quería poner a su nuevo amigo, Gauguin. Instó a Theo a que subsidiara al pintor en ese cargo a cambio de vender sus cuadros.

    Hogar ideal- La casa amarilla, en Arlés, representada por Van Gogh.

Theo accedió y envió una invitación a Gauguin, que estaba sin dinero, adjuntando 500 francos. Vacilante, Gauguin aceptó a finales de junio de 1888, pero aplazó el viaje varias veces. Mientras, Van Gogh trabajó febrilmente en una serie de cuadros, entre ellos sus típicos girasoles, y a principios de octubre, a petición de Van Gogh, los artistas intercambiaron autorretratos (los que aparecen al inicio de este post).

Al llegar Gauguin, el 23 de octubre, se pusieron a organizar su vida en común. "Por todas partes reinaba un desorden que me dejó perplejo", dijo Gauguin más tarde. "En su caja de pinturas apenas cabían los tubos, todos apretujados y sin tapar". ¡Y el dinero! "Desde el primer mes me di cuenta que nuestras finanzas empezaban a desordenarse también...Tuve que decírselo, a riesgo de herir su gran susceptibilidad".

Gauguin estableció un presupuesto muy riguroso en el que incluyó una partida destinada a la "higiene", como llamaban sus visitas al burdel. Pensaban que ese hábito fomentaría su productividad al desalentar relaciones amorosas fijas que pudieran acarrearles complicaciones.

Gauguin obsequiaba a su amigo con relatos de sus aventuras, en los que presentaba una imagen de macho que aumentó la veneración de Van Gogh por él. "Me inspira un gran respeto", le escribió a Theo. Según dijo Gauguin más tarde, presintió que habría dificultades. "Entre dos seres como él y yo, uno un auténtico volcán, y el otro hirviendo también por dentro, se estaba gestando un conflicto".

Ambos se influyeron en su modo de pintar. Por ejemplo, Van Gogh adoptó con gusto la costumbre de Gauguin de hacer bocetos al aire libre y terminar el cuadro en el estudio. Antes sostenía que debía pintar sin dejar de observar el tema. A su vez, Gauguin, en su lúgubre bosquejo de los recolectores de uvas, Miserias humanas, hizo suya la preocupación de Van Gogh por el sufrimiento de la gente. Sin embargo, en ambos casos la influencia fue temporal. "tenían ideas pictóricas muy distintas", explica Andreas Blühm, jefe de exposiciones del Museo Van Gogh.

                    Madame Ginoux - Vincent Van Gogh.

Por ejemplo, sus respectivos retratos de madame Ginoux, dueña del Café de la Gare, cerca de la casa amarilla, no habrían podido ser más diferentes. Van Gogh la pintó de prisa en la hora en que posó para ellos. Gauguin en cambio, empezó con un boceto de gis y carbón en papel y luego, durante varios días, sobrepuso el retrato a una escena de bar titulada Café nocturno. En la obra terminada, madame Ginoux aparece mirando con malicia al observador y ofreciéndole una copa de ajenjo. Los pintores también intercambian opiniones sobre novelas, historia, la Biblia y fisonomía. "Tenemos discusiones muy acaloradas", le dijo Vincent a Theo. Al final, Gauguin atribuyó las ideas de Van Gogh a "una mente desordenada" y a la falta de "razonamiento lógico".

    Café nocturno - Paul Gauguin.

A mediados de noviembre Theo empezó a vender cuadros de Gauguin, quien ganó más dinero del que había visto en años y pensó en marcharse de Arlés a iniciar un "Estudio del Trópico" en Martinica.
La Ansiedad de Van Gogh aumentó cuando comprendió que no se le cumpliría el sueño del Estudio del Sur. Poco después de su disparatada conducta del 23 de diciembre, Gauguin tomó el tren nocturno a París y jamás volvieron a verse.

Aunque Van Gogh aún produjo decenas de pinturas y dibujos, estaba abatido por el fracaso y por lo que quizá fuese epilepsia. El 27 de julio de 1890 se disparó en el pecho y murió dos días después, a los 37 años.

Gauguin siguió pintando durante 13 años más en Bretaña y el Pacífico Sur, más nunca olvidó Arlés. En 1898, estando enfermo y en quiebra en Tahití, le pidió a un amigo de París semillas de girasol para su jardín. Cuando florecieron, pintó varias naturalezas muertas, digno homenaje a Van Gogh y al tiempo que pasaron juntos.
Joseph Harris
Selecciones del Reader's Digest
Julio de 2002 / Páginas 94 - 99
Director: Audón Coria
Producción: Marihal

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