domingo, 4 de diciembre de 2011

La magia de René Magritte


La condición humana (1935) - El pintor describió esta obra en una conferencia dada en 1938: "Delante de una ventana vista desde el interior de una habitación, coloqué un cuadro que representa exactamente la parte de paisaje tapada por el mismo cuadro [...] Para el espectador, la imagen se encuentra en el interior de la habitación, sobre el cuadro, y al mismo tiempo, conceptualmente, en el exterior, en el paisaje real". Magritte empleó un artificio parecido en muchas de sus pinturas, para convencernos de que vemos el mundo por ventanas que están ante nuestros ojos, y de que cada vez lo percibimos de manera distinta. Foto: Chaly Herscovici / Sabam Belgium


Una noche de diciembre, 82 años atrás, en 1929, el pintor belga René Magritte y su esposa, Georgette, fueron a casa del escritor francés André Breton, dogmático exponente de la tendencia artística del momento, el surrealismo, y célebre por su anticlericalismo furibundo. Al ver la cruz de oro que Georgette llevaba colgada del cuello, Breton le exigió que se la quitara. Lejos de hacerle caso, los Magritte se marcharon. Poco después partieron de París y volvieron a Bruselas para establecerse allí.

Este pequeño incidente es muy revelador de la ajetreada vida del pintor belga, cuyo primer centenario de nacimiento se cumplió en1998, hace 13 años. En sus cincuenta años de actividad, durante los cuales creó algunos de los cuadros más populares de la pintura moderna, Magritte no dejó de ser, como dijo un amigo suyo, "un hombre sencillo.


El descubrimiento del fuego (1936) - A Magritte lo han llamado el pintor de lo físicamente imposible. En su obra, las águilas se metamorfosean en montañas, los hombres en lluvia y las piedras en palabras; las rocas flotan en el aire, y de las chimeneas salen trenes. Yuxtaponiendo imágenes cotidianas de forma inverosímil, el pintor cuestiona la manera tradicional de pensar y de ver del espectador. Según dijo, al pintar esta tuba en llamas tuvo "el privilegio de experimentar la misma sensación que los primeros hombres que produjeron fuego haciendo chocar dos piedras". Foto: Chaly Herscovici / Sabam Belgium

Como pintor, era decididamente modernista: formaba parte del movimiento surrealista junto con Joan Miró, Max Ernst, Yves Tanguy y otros, y fue influido por las sucesivas tendencias artísticas de la época: el futurismo, el cubismo y el dadaísmo.

Como hombre en cambio, era más bien tradicionalista, no obstante que, para muchos de los creadores contemporáneos suyos, parte de la expresión artística era llevar una vida escandalosa. Su matrimonio con Georgette, su novia de la adolescencia, era por verdadero amor; durante 45 años ella fue su musa, su modelo y su tenaz defensora. Aunque los parisinos afectados se burlaban de él  por su marcado acento, Magritte no intentó cambiarlo.


El amigo del orden (1964) - En 1926, Magritte pintó por primera vez un hombre con un bombín, símbolo de la respetabilidad burguesa, y a éste siguieron otros, generalmente con aire taciturno y solitario. En los años 50's, la figura se fue volviendo cada vez más misteriosa, y a menudo quedaba reducida a silueta, como en este caso. En el último decenio de su vida, el tema, hasta entonces solo uno entre muchos, se convirtió en obsesión. ¿Acaso el hombre del bombín era Magritte? El pintor usó durante años el mismo traje y el mismo sombrero, y exceptuando su amor por Georgette, cada día se volvía más solitario. Sin embargo, así como a través de la silueta vemos un paisaje bañado por la luz de la luna, en la obra de Magritte descubrimos el imaginativo mundo interior que lo liberaba. Foto: Chaly Herscovici / Sabam Belgium

Tampoco hacía caso de la obsesiva búsquedas de técnicas nuevas: "He pensado que importa poco encontrar una nueva manera de pintar", escribió a principio de su carrera. "Para mí es más importante saber lo que tengo que pintar".

Incluso en los años 50's del siglo XX, cuando sus cuadros le dieron renombre internacional, siguió llevando una vida sencilla. Casi todas las mañanas salía con su perra, Lolou, a la tienda de comestibles; luego se ponía pintar en un rincón del cuarto de estar. Después del almuerzo,  salía a dar una vuelta por el acogedor Café Greenwich, donde jugaba al ajedrez con otros parroquianos. Detestaba los compromisos sociales y solía evitarlos.


La página en blanco (1967) - Magritte plasmó esta imagen de belleza y serenidad cuando enfermó de cáncer, mal del que habría de morir en pocos meses. Unas casas se extienden bajo un firmamento estival en las afueras de la ciudad, la luna llena enmarcada por una guirnalda de laurel. Pero el disco lunar colocado delante de las hojas, y no detrás, nos desconcierta y nos recuerda que nunca hay que dar nada por sentado. Apropiada declaración final para el pintor de lo inesperado. Foto: Chaly Herscovici / Sabam Belgium

No fue en su estilo de vida, sino en su obra, en la que Magritte desplegó su creatividad. Un pintor amigo suyo dijo de él que "para evadirse, utilizaba su prisión". Es decir, buscaba en su interior y sacaba a la luz imágenes que revelan y evocan la imaginación humana. "Es como una victoria para mí cuando consigo reconquistar el mundo de mis sueños", comentó alguna vez.


La magia negra (1945) - Magritte tenía 15 años cuando conoció a Georgette Berge, entonces de 13, en el tiovivo de Charleroi, su ciudad natal, en Bélgica, y ya nunca la olvidó. Cuando siete años después, se encontraron casualmente en Bruselas, se enamoraron en seguida y al poco tiempo se casaron. Desde entonces Magritte la pintó una y otra vez durante 50 años. Este cuadro revela la admiración que Magritte sentía por su mujer, a la que representa como estatua griega. Apartado el rostro con los ojos cerrados, ella se funde suavemente con el mar y con el cielo, como si fuera el universo entero del pintor. Foto: Chaly Herscovici / Sabam Belgium

Las imágenes de éste, uno de los pintores modernos más genuinamente  populares, están hoy en día más vivas que nunca. "La experiencia pictórica confirma mi fe en las posibilidades desconocidas de la vida", dijo Magritte en cierta ocasión.


El imperio de las luces (1954) - La primera versión de este cuadro data de 1949. Los coleccionistas la aclamaron, y el pintor decidió complacerlos: en los 15 años que siguieron pintó otras 20 versiones, esforzándose porque cada una fuese mejor que la anterior. El cuadro representa una calle de noche, alumbrada por un farol, bajo un cielo diurno. Magritte, el mago, ha juntado la noche y el día. Foto: Chaly Herscovici / Sabam Belgium

En sus cuadros muestra, desde hace varias generaciones, las posibilidades de la imaginación. En la selección que les mostramos aquí pueden apreciarlo.
Olivia Moussouris`

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